Más que por ser una mujer exigente -que lo soy- es porque la paciencia no se encuentra entre mis múltiples virtudes. Sí, por eso he creado un Cuestionario para admisión de sumis@s, que será de obligada cumplimentación para todas aquellas personas que aspiren a servirme en sumisión. Basta con que pinches aquí lo rellenes y me lo envíes, y así sabré -antes de hablar contigo- si tienes alguna posibilidad de llegar a estar a mis pies. Vamos, ánimo… que no se diga que tienes miedo…
Mi querida meretriz
Sé de tus deseos, de tu ansia irrefrenable por ofrecerte a Mí. Sé que aspiras a someterte, a ser entregada a mis amigas, a ser la sumisa de las que son Dóminas y observada por las que no lo son. Sé que nada deseas más que ser admitida como una de mis meretrices… Pero también sabes que mis protocolos son muy exigentes y que no acepto a cualquiera, que mi atención no la merecen todas, así que dime: ¿por qué crees que tú sí? —Verá, Señora, porque yo me entrego incondicionalmente a Usted. —Vamos, vamos… ¡qué menos! —respondí airada—. ¿Y eso es todo lo que me ofreces? —Eso… y todo lo que Usted desee ordenarme, Señora. —Pero, ¿qué te pasa… tienes miedo? —Bueno… un poco, la verdad —dijo con voz temblorosa—. No quiero fallarle a Usted, no quiero que me rechace. —Si lo que tienes es vergüenza porque estás desnuda, mal empezamos. Veamos… Me acerqué a ella para agarrar su pene y estirarlo hasta que el dolor se le hiciera insoportable. —¿Duele, nenita? —dije sonriendo. —Sí, Señora, un poco pero creo que lo aguantaré. —¿Cómo que crees que lo aguantarás? No sabía que hubiera otras opciones para una aspirante a meretriz de mi propiedad… ¿o es que las hay? —pregunté con evidente tono de enfado mientras daba otro estirón a su dolido pene. —No… Señora… no hay otras opciones… Señora… ¡perdóneme, por favor! —decía entre sollozos mientras, encogiéndose, comenzaba a revolverse de dolor. Solté su pene repentinamente y le dije: —Túmbate bocarriba en esa mesa con las piernas abiertas en y los brazos pegados al cuerpo. —Voy a vendarte los ojos… disfruto más así —dije con voz maliciosa—. Ahora exploraré tu cuerpo para asegurarme de que eres una nenita resistente y en forma… Mis amigas son exigentes y cuando te ofrezca a ellas no quiero que piensen que les doy cualquier cosa. Agarré por sorpresa sus testículos y comencé a estrujarlos lentamente para conocer su umbral de dolor. Cuando este se hizo insoportable y estaba a punto de pedirme que parara, solté sus pelotas y le propiné un sonoro bofetón. —¿Sabes por qué te he pegado? —pregunté con rapidez. —No, Señora. —Pues muy sencillo: porque tenía la sensación de que empezaba a gustarte… y no se trata de eso… Palpé su torso bien formado y sus duras piernas para comprobar que resistiría las embestidas que le esperaban, como a cualquiera de mis meretrices. —Dime, bonita: ¿tu culito es virgen? —dije de repente y para sus sorpresa. —Sí, Señora. Salvo algún dedo o pequeño objeto, sí lo es. Le quité la venda que cubría sus ojos y acercándome a cara le dije mientras con mi dedo índice le hacía señas para que se diera la vuelta: —Veámoslo. Y ahí estaba, bocabajo, quieto, paralizado. —Abre un poco las piernas —ordené. Mientras lo hacía, Yo comencé a separar enteramente sus nalgas para analizar cuánta diversión y placeres podría proporcionarnos -a Mi y a mis amigas- su preciada virginidad. —Vaya, esto merece toda una ceremonia de iniciación… ¿Sabes a qué me refiero? —pregunté. —No estoy seguro, Señora. —Pues muy sencillo, verás: Prepararé una ceremonia de iniciación en la que cuatro amigas mías -dos de ellas Dóminas- y Yó, vamos a llevarte al mundo de las auténticas meretrices, las que están entregadas y a disposición de quien su Dueña y Señora -Yo en este caso- desee. Haremos que te sientas orgullosa de pasar a estar permanentemente dispuesta a todo por satisfacerme y hacerme feliz. La ceremonia comienza por observarte desnuda ante nosotras y finaliza con la pérdida de tu virginidad anal a cargo de Mí, tu Señora, como gesto de lo que Yo soy capaz de hacer por ti y contigo —concluí. —Perdone, Señora, puedo hacerle una pregunta? —Dime. —Y entre el principio y el final… ¿qué va a pasar, cómo será la ceremonia en sí? —dijo tembloroso. —Bueno, nenita, más que «qué» va a pasar, deberías preguntar «qué me va a pasar». Pero eso, mi pequeña… eso es otra historia…
Mi nuevo calabozo
Entre mis múltiples virtudes no está la paciencia y entre mis escasos defectos sí está la intolerancia con la desobediencia de mis sumis@s. Así pues, mi nuevo calabozo era necesario, la verdad. Y es que a veces, el castigo corporal solo puede administrarse en un entorno adecuado que permita a mis sumis@s asumir nítidamente su condición, a la vez que les ayude a poder aceptar resignadamente los tormentos y las humillaciones a los que disfruto sometiéndol@s. He diseñado personal y minuciosamente cada detalle de su interior y no he reparado ni en gastos ni en imaginación: La correspondiente celda de inmovilización, la clásica cruz de San Andrés, mi cama personal con bajocelda o el aro de suspensión para la práctica del shibari, son algunos de los imprescindibles elementos con los que cuento para el correcto adiestramiento de mis sumis@s y, fundamentalmente, para pasar mis más placenteros momentos como Dómina. Así que, ya sabes, si consigues superar mi proceso de admisión y entras a formar parte del selecto grupo de mis fieles sumis@s, quizá tengas oportunidad de saber de lo que soy capaz de hacer contigo entre las 4 paredes de mi nuevo calabozo ubicado en el centro financiero de Madrid…
Sumiso en castidad
Semanas atrás entrevisté a un sumiso que solicitó mi aceptación y pocos días después decidí sesionar con él. Creo que -con el debido adiestramiento- tiene posibilidades de aprender a servirme con devoción. Como primera medida decidí que necesitaba un poco de docilidad, y nada como un período indefinido de castidad para conseguirlo. Él mismo nos
A mis pies
Entre ser y no ser Yo soy Domina Skade, una Dama amante de la FemDom, la disciplina y el protocolo; estricta y severa, atenta y justa, sensitiva y muy sensual… Quizá por eso adoro el spanking, con diferentes elementos, aunque mis preferidos son la fusta y el látigo. Soy como el Ying-Yang, dulce o malvada, pero mi mantra es la justicia. Adoro todas estas cualidades y hago vivir la FemDom de forma intensa y sana, viajando hacia ese submundo donde cualquier sumiso desearía llegar. Como respetuosa y seria con lo que hago exijo, a quien quiera vivir una sesión, lo mismo, respeto, sentimiento y seriedad. NO permito ni drogas ni alcohol en mis sesiones y del mismo modo rechazaré a quien lo traiga consigo. Olvídese todo candidato a estar a mis pies cualquier práctica sexual tal y como lo entiende un vainilla. Por último, la buena educación es el camino hacia Mí y la privacidad de mis sumisos prevalece ante todo.Acojo a todo sumiso, sea o no iniciado, que respete el BDSM y la esencia de la FemDom, el resto puede abstenerse y no perder ni hacer perder el tiempo. Quiero sesiones consensuadas, llenas de complicidad, diversión, educación, respeto, discreción y sentimiento. Detallaré las prácticas en este blog y espero que nadie me pida aquello que no esté aquí relacionado, porque no lo hago! Soy clara y transparente. Ya sabes… las cosas claras y el chocolate espeso.
Castidad
Mucho se ha hablado sobre la castidad y sus ventajas para Nosotras, las Dóminas, pero a mi entender esta afirmación precisa de algunas aclaraciones: En primer lugar insistamos en que la castidad reafirma al sumiso en su condición, pues entrega a su Dómina el control de su bien más preciado, aquel para el que vive y que le mantiene en permanente obsesión: su actividad sexual, que para los hombres es -por sus características antropológicas- sinónimo de eyaculación. En segundo lugar la castidad tiene -al menos para Mí- el doble valor de encauzar los primitivos instintos de los hombres hacia comportamientos más racionales, a alejarlos de su continua obsesión por el sexo, pues al saber que este no estará presente -al menos durante el período de castidad- prestarán mayor atención y dedicación a lo que realmente da sentido a su existencia: la entrega incondicional a Nosotras. Respecto de la duración del período de castidad también hay diversidad de opiniones, aunque Yo tengo clara cuál es mi preferida: Para finalizar, decir que aunque es muy habitual la castidad controlada por dispositivos de diversa índole más o menos agresivos, personalmente prefiero la castidad palabra de honor, es decir, aquella en la que el hombre se compromete a guardar íntegramente y sin necesidad de ayuda externa para lograrlo, recurriendo exclusivamente a su voluntad de servicio, entrega, obediencia y sumisión.
Adorando mis pies
Ya en el ascensor de su casa puedo adivinar su nerviosismo. Sé que me espera postrado ante mi trono, en el centro de su salón, aguardando impaciente mi llegada. Abro la puerta de su casa con mi llave y me adentro por el pasillo. Puedo imaginarme con precisión la inquietud que le provoca el sonido de mis tacones avanzando. Me detengo apoyada en la puerta del salón para que el inconfundible aroma de mi inseparable Gucci Rush llegue hasta él, avivando así aun más su pasión. Le observo y sé qué discurre por su mente: incertidumbre y excitación pero, sobre todo, un deseo irrefrenable de adorarme y de demostrarme su absoluta entrega a Mí, besando -dulce, pero apasionadamente- mis pies. Me siento mientras él, obediente, sigue sin alzar la mirada. Cruzo mis piernas asegurándome de que escuche el roce del cuero de mis ajustados pantalones. Le observo un par de minutos; disfruto de la situación. Sé que el olor al cuero de mi ropa y el de mis tacones están acabando de debilitar su voluntad. —Buenas tardes —dije mientras recorría con la mirada su cuerpo desnudo. —Buenas tardes, Señora. —¿Estás preparado? —Sí, Señora. Él sabe perfectamente que esa pregunta dará paso a lo que más desea, más necesita en ese preciso momento: —Alza la vista y mira mis zapatos —ordené. Lentamente -como Yo le había enseñado- levantó la mirada hasta mis zapatos y los miró fijamente hasta que le permití: —Huélelos… sin tocarlos. Casi no le dio tiempo a disfrutar del privilegio que le había concedido pues enseguida le ordené: —Bésalos con amor… Pero, recuerda, solo los zapatos Y así lo hizo durante unos minutos en los que Yo disfrutaba de su sumisión, de su apasionada entrega. —Ahora retira suavemente los zapatos —ordené. Mientras lo hacía con la máxima delicadeza Yo le ordené: —Huélelos… de cerca… quiero sentir cómo los toca tu nariz… Así lo hizo. Como un poseso comenzó a disfrutar de la envolvente fragancia que emanaba de mis pies mientras Yo disfrutaba de aquella escena cargada de pasión, de sumisión hacia Mí. —Detente— dije interrumpiéndole—. Pasea tu lengua por ellos: lámelos… Maliciosamente disfruté observando cómo su erección crecía descontroladamente. Él sabe perfectamente que esas demostraciones de excitación están absolutamente prohibidas en mi presencia, salvo con mi expresa autorización, claro está. —Ahora las plantas; las quiero bien húmedas —detallé. Agachó aun más su cuello y lo retorció para pasear una y otra vez, de principio a fin, su abnegada lengua. Me gusta esa sensación, ese característico cosquilleo excitante… Así que tardé unos minutos en ordenarle: —Ahora entre los dedos… lentamente… uno a uno… varias veces, hasta que me canse… Y tardé en cansarme. No podría describir con precisión el placer que me proporcionaban aquellos cuidados y aquella situación… —¡Ya! —ordené—. Ahora, arrodillado, cálzame. Cumplió diligente y cuidadosamente mis órdenes. Luego lo mantuve arrodillado y con la mirada baja más de un minuto hasta que le dije: —Esa erección no baja. ¿Qué hacemos? —No sé, Señora —dijo tembloroso—. Lo que Usted desee, Señora. —¡Evidentemente que haremos lo que Yo desee! Te he preguntado porque quiero saber qué crees que deberíamos hacer. Sabes que poco me importan tus instintos, pero que no soporto que no sepas controlar el exteriorizarlos. Vamos… ¡responde! —No sé… Señora… quizá…. no sé… —Tranquilo —interrumpí—. ¡Yo sí que sé! Me levanté y lo cogí de una oreja hasta la ducha. Abrí al máximo el agua fría y le dije: —Vamos, adentro. Antes de que el agua fría tocara su cuerpo ya había desaparecido prácticamente su erección, pero preferí asegurarme. Luego, mientras se secaba, miré en nuestro armario privado los CB disponibles hasta que encontré el que buscaba; un modelo estándar sería suficiente. —Ven, siéntate a mi lado —dije. Aceptó con la debida resignación que se lo colocara y candara. —Me llevo la llave —sentencié. Todavía faltan casi dos semanas para concluir tu período de castidad y, la verdad, no me fío… —Me voy —dije a continuación—. Ya sabes lo que tienes que hacer. Se postró ante Mí y besó mis pies hasta que di por finalizado el protocolo de despedida. Me fui hasta la puerta y me detuve hasta que él la abrió por completo. —Llámame mañana por la mañana —ordené—. Y no olvides revivir esta noche todos y cada uno de los inolvidables momentos que has vivido conmigo hoy. Buenas tardes. —Sí, Señora. Buenas tardes, Señora. Y allí se quedó, en su puerta, hasta que Yo entré en el ascensor mientras con una maliciosa mirada le confirmaba lo mucho que había disfrutado… Copyright © SkadeDomina ™ 2020 ¿Eres fetichist@? ¿Crees que te mereces poder adorar mis pies (online o presencialmente)? Prueba… nunca se sabe… pincha aquí.